El Sur suele tener connotaciones pobres y románticas por
igual. Pobres cuando hablamos de economía y de sociedades atrasadas. Porque siempre
hay alguien al Sur que es más pobre que tú. Pero, como digo, también es una
acepción romántica del mapamundi. ¿Quién no ha soñado alguna vez con los Mares
del Sur? ¿Y con los magníficos tesoros de los Reinos del Sur?
Desde que era estudiante, ya cogía un autobús de línea, cada
vez que podía, con mochila y unas pocas monedas en el bolsillo. Me lanzaba a
esa zona del mundo, auténtica, que se llama Alpujarra. Está al Sur de Granada,
donde Sierra Nevada se rinde hacia el Mediterráneo. Me gustaba ir siempre al
pueblo más alejado, Capileira, por pensar que hasta allí nunca llegarían mis
preocupaciones. ¡Ah, si yo hubiera sabido en aquel momento que las
preocupaciones de un estudiante no son comparables con las de un padre de
familia!
En todos los pueblos de la Alpujarra siempre había alguien
que te alquilaba una habitación y te daba una cena por unas cuantas monedas. Casi
siempre fueron menos de las que llevaba en el bolsillo. Y cuando no lo
fue, me lo fiaron con una sonrisa.
Hay dos imágenes que, en cualquier caso, me han quedado en
la retina. La primera de ellas fue en un barecito junto al ayuntamiento de
Capileira. No recuerdo su nombre ni falta hace. Se entraba a través de una
puerta chirriante que invitaba a los que allí había a girar la cabeza a cada
momento. En medio de la sala se erguía un chubasqui que caldeaba toda la
estancia. Un penetrante olor a leña quemada que después tardaría semanas en
perderse pero que sabía a calor. Y un chato de vino del lugar por once pesetas
(unos ocho céntimos de euro) con tapa de magro que se reponía sola mientras
hubiera vino en el vaso.
La otra imagen que guardo es la de unos trovadores que
tocaban música de la que ya no se encuentra en las tiendas de discos. Eso fue
en el Bar de los Buñuelos, a la entrada del pueblo. Dos personas del lugar con
bandurrias en sus manos y que te metían de lleno en una atmósfera mudejar auténtica,
sin aderezos turísticos. Esa música posiblemente la hubiera odiado en cualquier
otro lugar, y seguro jamás compraría un disco de ella. Pero en aquel lugar, y
tocada por aquellos trovadores te hacían permanecer horas sentado disfrutando
cada nota como si fuera la última.
Hace apenas unas semanas que estuve allí de nuevo. Iba de
paso por la zona y no resistí la tentación de acercarme a ver si estaban los
trovadores por allí o el chato de vino se seguía pagando con pesetas. Ni lo uno
ni lo otro. Pero la Alpujarra sigue teniendo más de una veintena de pueblos con
mucho que enseñar y mucho con lo que enamorar.
Sí. Al Sur de Granada hay un lugar que se llama Alpujarra
donde puede que haya pobreza, pero desde luego prevalece el romanticismo.
4 comentarios:
Yo estuve en las Alpujarras hace unos meses y confirmo todo lo de su post. Son unos pueblos de ensueño y una gente entrañable. Gracias. Paqui Guerrero
Dan ganas de aventurarse entre sus callejuelas. Muy intenso el texto y muy buenos los dibujos.
Dan ganas de aventurarse a visitarlos. Un texto intenso y unos dibujos muy buenos!
Certera visión de nuesrtos pueblos alpujarreños. Gracias, amigo. Juan Oca
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